martes, 4 de octubre de 2011

Columna en El Popular.


POLVO AL SOL.


Israel Torres Hernández.


Lo que Shakespeare diría de los mexicanos.


Gaspar Henaine “Capulina” tuvo muchas facetas, entre ellas el Rey del humorismo blanco. Nacido en Puebla, al igual que otros grandes artistas (Antonio Espino “Clavillazo” y María Elena Velasco “la India María”) a quienes las autoridades locales no los han rondado como debiera, es factor importante en la reseña contemporánea de la comedia mass media, no de la comedia en sí. Expongo esto sin ánimo de restarle valor a la trayectoria de don Gaspar, que lo tiene sin duda, sino en comparación con congéneres suyos y darle, como debe ser, justa dimensión a su trabajo en el escenario ahora que, lamentablemente, ha muerto.

No sé pero… sí “Capulina” fue el rey del humorismo blanco eso fue debido a los libretos de Roberto Gómez Bolaños quien, cosa extraña, no ha reclamado esto que, sin discusión, le pertenece en la extensión de la palabra. De hecho, muchas de las rutinas cómicas que Gómez Bolaños desarrolló en El Chavo las comenzó en los programas y películas de “Capulina”. La diferencia estriba en que “Chespirito” logró fama gracias a los actores y con don Gaspar sólo fue el colaborador. ¡Chanfle!

Puede ser… la historia de “Capulina” no estaría completa sin la presencia de don Marco Antonio Campos “Viruta”. Esa pareja de cómicos, a la par de “Tin Tán” y Marcelo pero superior a la de Manolín y Shilinsky, es referente del paso de la carpa a la televisión y el cine aunque sin haber estado en la carpa. Sólo los pleitos personales y la monotonía de argumentos pudieron romper ese dúo. De ahí que Viruta, quien poseía mayores virtudes artísticas, decidiera incursionar en otros géneros no obstante quedarse estancado como el compañero de Capulina. Éste, al contrario, supo amoldarse a algunas exigencias y continuar con su carrera pues era el gordito simpático, medio tonto pero buena gente que a la mayoría le cae.

A lo mejor… La vigencia de “Capulina” como actor cómico, a excepción de Cascabelito en la que da un giro muy interesante pero corto en su trayectoria al incursionar en el drama, está en relación con “Cantinflas”. Las mejores películas de don Gaspar son en blanco y negro, cuando representó papeles en los que no tenía un empleo fijo, usaba un sombrero agujerado, cantaba y hablada con soltura o resolvía sus problemas con suerte. Filmes como el Nano dan al traste con una imagen espontánea. Mario Moreno al dejar el personaje del “peladito” (con todo y estola) y volverse institucional (el doctor, el maestro, el policía) caracterizó el ascenso de la Revolución como forma de gobierno de la sociedad a mediados del siglo XX.

Quién sabe… De “Cantinflas” es memorable sus amores, los pleitos entre hijos y lenguaje polisémico aunque hueco. De “Tin Tán” sus besos con las más bellas actrices del cine, su aprehensión de las palabras y la bancarrota económica. De “Capulina” su relación con los niños, ningún escándalo significativo (a excepción con Viruta), y ser un artista bastante longevo. Estuvo en el radio, el cine, la televisión y en el Internet aparece su trayectoria y legado a la disposición de quien lo quiera conocer.

En conclusión: Gaspar Henaine fue un actor cómico impulsado por los medios de comunicación que se encargaron de encajonarlo como “Capulina” por la imagen bonachona y los ingresos económicos que les dejaba. No obstante hay una faceta que descuidaron, incluso los intelectuales. La de ser el autor de una frase que resume el destino de los mexicanos en estos momentos críticos al estilo de Shakespeare: No sé, puede ser, a lo mejor, quién sabe. Pensar lo contrario sería lo mismo que echarle polvo al sol.

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