miércoles, 26 de octubre de 2011

Columna en El Popular.


POLVO AL SOL.

Israel Torres Hernández.

Dictadores son y hacia el patíbulo andan.

La larga administración de Moamar Al Gadafi terminó como inició: con un golpe de Estado. Su ascenso al poder ocurrió en 1969 cuando destronó al rey Idris I y proclamó la República Árabe Libia Popular y Socialista. Al ser el presidente del Consejo del Mando de la Revolución asumió el dominio del país durante cuatro décadas. No hay prestigio que dure tanto, ni kalashnikov que lo resista. Era, por decirlo de una forma, mezcla de ideología socialista al principio y capitalista después, revolucionario panislámico con permiso de Estado Unidos y ególatra populista, todo esto elevado a la categoría de dictador. El mejor veredicto sobre su muerte (o mejor dicho asesinato disfrazado de ejecución guerrillera), no justificable pero sí entendible, fue la celebración del pueblo libio y las sobrias declaraciones de las potencias que, como Poncio Pilatos, se han lavado las manos. Pese a la figura y los delitos cometidos, dentro de los principios democráticos el juicio quedó pendiente. A continuación parte del expediente.

1. Nacionalizó la mayor parte de las compañías petroleras extranjeras y suprimió las bases militares británicas y de Estados Unidos.

2. Usó la enorme riqueza petrolera para apoyar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), al IRA (Ejército Republicano Irlandés) y los separatistas islámicos de Tailandia y Filipinas. Occidente lo consideraba el principal promotor del terrorismo internacional, por lo que fue considerado objetivo de campañas militares y diplomáticas.

3. Promovió diversos proyectos para unir Libia con otros países, pero su ambición de crear una federación árabe en el norte de África, que integrara con Egipto y Marruecos, no fue posible.

4. En 1973 Libia se vio envuelta en una disputa territorial con Chad por Aozú, rica en uranio, y a pesar de las negociaciones de la Organización para la Unidad Africana en 1987 las tropas libias no se retiraron hasta mayo de 1994.

5. En el interior inició una revolución social y cultural que combinó la aplicación radical de la sharia (ley islámica) con el nacionalismo árabe y algunos aspectos del bienestar occidental. Hubo grandes presupuestos para carreteras, escuelas y viviendas. En 1977 instituyó la jamahiriyah o Estado de masas. En 1979 abandonó todos los cargos oficiales pero continuó como jefe del Estado.

Finalmente: el caso Gadafi es la otra muestra del hartazgo que provocan las dictaduras. Ya sea la protesta popular, el movimiento guerrillero, el complot internacional o las intrigas del capitalismo son las puntos de quiebre que los Estados deben considerar antes de aferrarse a la exclusividad del poder unidimensional. Y cuando eso no basta, el inexorable tiempo o las enfermedades derrumban a esos gigantes con pies de barro. La región o el nombre es lo de menos, el peligro es latente, vibra con cada ofensa y se desborda en cualquier momento. Suponer que la memoria puede ser borrada por complicidad o indolencia es lo mismo que echarle polvo al sol.

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